domingo, 29 de marzo de 2009

toujours?

Caí en los enredos de la depresión una vez más. Me deje atrapar por esas ideas efímeras de placer y que opacaban mi soledad y mi necesidad de estar mejor. Lástima que el tiempo sea tan relativo, que dos meses no me sean suficientes. Lástima que el humano no pueda ser tan conformista, que siempre quiera más. Dieciocho años han pasado y me siento ya como si mi tiempo hubiera terminado. Me siento ya; como que he vivido lo suficiente como para decirme a mi misma que nada va a cambiar aunque tenga cientos de años por delante. No sé en qué me estoy equivocando. No sé porque me duele tanto. No sé porque me siento tan sola y tan vacía, no sé porque no puedo dejarme ser feliz. Porque no puedo admitir que las cosas cambian, que los sentimientos cambian, que las personas cambian. No sé porque me cuesta tanto trabajo creer que alguien me ame a medias por lo menos. Me gustaría saber cómo terminara todo. Como las cosas cambiaran para mi bien, para mejorar y para crecer. Me siento limitada, restringida por mis simples miedos, sin fundamentos. Sin esperanza. La esperanza ha encontrado una salida de esta mente y la ha tomado. Veo como día a día se aleja de mí, veo como día a día corre y yo no la puedo alcanzar. Y me siento culpable, me siento egoísta; involucro personas en mi dolor que no deberían de estar en el. Mi dolor es eso, mío. No debería de dejar que afectase a otros, no debería de permitir que mi familia, mis amistades se interesaran tanto en el. No puedo ver el lado positivo de las cosas. Si tengo algo bueno, me preocupo solo por cuando se me acabara la ilusión y cuando se me acaba, caigo en un remolino de emociones que me dicen que ya debería de habérmelo imaginado, que ya me lo había imaginado, que solo estaba alargando el plazo de sufrimiento, pero que el sufrimiento sigue ahí desde un principio. No sé porque caí en el juego. La ilusión fue linda, muy linda. Pero sabía que eso ero todo, nada más que una ilusión. Ya no puedo contenerme. Ya no se qué pensar. Soy la persona más egoísta que conozco. Alejo a todo lo que amo porque no quiero depender de ellos. Alejo a todo lo que amo por miedo a terminar lastimada. Alejo a todo lo que amo porque no me creo capaz de yo ser la felicidad que ellos buscan. Si me alejo, estoy huyendo, si me acerco, lastimo a las personas que amo. Estoy en un punto de transición. Pero ese es el problema. Verdaderamente no estoy preparada para ningún cambio. No quiero que las cosas cambien porque todo estaba muy bien en el ayer. Quiero llenar este vacío. Lamentablemente no quise poner el alto entre la ilusión y la realidad. Deje que la ilusión me cargara hasta el abismo en el que estoy cayendo ahorita. Deje que mi corazón y mi mente creyeran que si podía ser feliz. Que si conocían el amor. La verdad me siento estúpida. Como siempre. Soy solo una niña que no logra convertirse en mujer. Soy muy madura cuando me conviene y para lo que me conviene. Pero no he vivido lo necesario para decir que soy madura y punto. No sé nada del amor ni del dolor, excepto que al primero no lo puedo alcanzar y a que al segundo no los puedo evitar. No sé en qué momento cruce la línea, imaginaria y tan fina como un cabello, que hubiera evitado que me sintiese así el día de hoy. Llegue a este mundo llorando y así parece que me iré. Por no tener la capacidad de disfrutar de mi soledad, por no tener la capacidad de saber esperar. Por siempre querer, desear algo más. Por estar esperando siempre esa llamada, ese amor imposible, ese amor eterno y único. Todo es un juego de palabras. Nada es eterno, nada es único, ya todo se ha escrito antes. Ya todo se ha vivido antes. Me siento fracasada por no poder ser suficiente para nadie. No soy ninguna solución, no aporto nada. No aporto nada más que problemas, no aporto nada más que desvelos, discusiones y tristeza. Soy el paquete completo al abismo en el que me encuentro yo ahora. Contabilizamos todo, las palabras que llevo escritas hasta ahora, el tiempo que me tomo escribirlas, los cigarros que me fumo en un día, los días que faltan para menstruar, los años de matrimonio, los días para que algo termine, los días para que algo comience. Que idea tan estúpida de contabilizar solo para comparar. Solo para comparar con lo que consideramos correcto, para comparar con lo que consideramos ideal. Como entonces es posible no caer en esos juegos que te dicen que estas mal. Que dieciochos años son demasiados, que quince son muy pocos. Ya estoy harta de pensar así, de sentirme así, de sentirme vacía e incompleta. Quiero que alguien me diga, que alguien me prometa que todo va a cambiar, quiero tener a alguien a quien culpar por todo mi pesar. Siempre intentamos echarle “la bolita” a alguien más. Siempre intentamos zafarnos de nuestros errores culpando a otros. Pasamos la papa caliente porque no queremos ser nosotros los quemados. ¿Cuando podre vivir sin hacer llorar, sin hacer sufrir, sin lastimar, sin ofender? ¿Hasta cuando durara esta barrera que pongo entre mi ser y mi felicidad? Que no diera por alguien que me mintiera, por alguien que me dijera que todo va estar bien. Pero por más que quiera que me mientan, se que para verdaderamente apreciar los momentos felices se necesita del parámetro de comparación con los tristes. Así es que no, la vida no me va a dar lo que quiero, la vida no me dará lo que pido; y si lo hace, tarde que temprano me enseñará que así como me lo dio me lo puede quitar. Lamentablemente de esto se trata la vida. No hay nada que nadie pueda hacer ni decir para cambiarlo. Lo único que me queda es aceptarlo, y tratar, verdaderamente tratar, de no dejarme caer en el intento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario