viernes, 9 de abril de 2010

homogénéité

Imaginaba entonces como reaccionaría aquel comunicólogo que le impartía una cátedra en la facultad de medicina, que diría este, si escuchase la conversación que llevaba a cabo con aquel cuyo nombre es un pecado. Monotonía de palabra que había alcanzado el estatus de muletilla. Reía, pero reía con cansancio por ese alfabeto memorizado, no aprendido, de 26 letras y que obliteraba poco a poco en su memoria; que no proveía una combinación que saciara el vicio de sus sentimientos. Nada la llenaba, en todo ese diccionario de sinónimos y antónimos no podía encontrar el quid, aquello con suficiente volumen y fuerza para lograr su objetivo. Y entonces detestaba y odiaba a aquellos capaces de poder transmitir. Y sin aviso alguno, de un momento a otro, su memoria le proporcionó imágenes necesarias para darse cuenta de que esto solía ser uno de sus mejores atributos, solía no transmitir nada. Solía ser un misterio que inquebrantable, incomprensible y deseado propalaba solo lo que quería. Pero con el tiempo todo cambia y a ella la aprendieron a leer, como un libro cuyas páginas ya cansan, de ser tan repetidas en la memoria, paso a paso ya sabes lo que viene. Así la aprendieron a leer. Abrió los ojos y le dio miedo lo que vio; ya todo era diferente y ella ya no se sentía segura, seguía peleándose con la memoria para que esta volviese a integrar el alfabeto de distintas formas pero las palabras ya no conciliaban ni silabas y entonces rescató dos que ya estaban cansadas de ser repetidas pero dadas las circunstancias no había más que se pudiese hacer y sin seguir pensando exhalo "te amo"

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